“Nos encadenaron como si fuéramos los peores narcotraficantes”: relato de un colombiano deportado entre la discordia entre Trump y Petro

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Bogotá, Colombia – Daniel Oquendo, un colombiano de 33 años, nunca imaginó que su intento por buscar una vida mejor en los Estados Unidos terminaría en una odisea que involucraría no solo su deportación, sino una crisis diplomática entre los gobiernos de Donald Trump y Gustavo Petro.

El 20 de enero, mientras Donald Trump tomaba posesión como presidente de Estados Unidos en Washington, Daniel cruzaba la frontera entre Tijuana, México, y San Diego, California, con la esperanza de encontrar trabajo como mecánico. Sin embargo, sus planes cambiaron drásticamente cuando fue detenido por la Patrulla Fronteriza estadounidense.

El comienzo de la odisea

El viaje de Daniel comenzó cuatro días antes en Medellín, Colombia, con el sueño de encontrar mejores oportunidades. Al llegar a la frontera, Daniel se entregó de inmediato a las autoridades de inmigración con la intención de pedir asilo. Sin embargo, un oficial de la Patrulla Fronteriza les dijo a él y a otros 18 colombianos: “La fiesta aquí a ustedes los colombianos se les acabó. Van todos para su país deportados”.

Tras ser detenidos, Daniel pasó cinco días en una celda incomunicado, donde describe el trato como “humillante”. Según él, fue sometido a condiciones que violaban su dignidad: sin acceso a baños, sin comunicación con su familia, y sin saber por qué debía firmar documentos que no entendía.

La cadena humana y el primer vuelo

El sábado siguiente, Daniel y otros deportados fueron esposados y encadenados de pies a cintura, un trato que él compara con el de los narcotraficantes más peligrosos. “Nos trataron como si fuéramos los peores narcotraficantes, equiparables al Chapo Guzmán”, comentó Daniel, visiblemente afectado por la experiencia.

El presidente Gustavo Petro, al enterarse de estas condiciones, reaccionó rápidamente en las redes sociales, anunciando que había ordenado que los vuelos de deportación no aterrizaran en Colombia hasta que se garantizara un trato digno para sus ciudadanos.

El vuelo en el que viajaba Daniel estuvo marcado por la incertidumbre. En lugar de aterrizar en Bogotá, el avión se desvió y, después de 10 horas de vuelo, aterrizó en El Paso, Texas, sin que los deportados recibieran ninguna explicación. Fue allí donde Daniel vivió un cambio en las condiciones de detención, que califica como “mucho mejores que en San Diego”. Sin embargo, tras ser regresados a su país, los deportados fueron sometidos nuevamente a malos tratos en El Paso, donde sus pertenencias fueron confiscadas y arrojadas a la basura.

La discordia diplomática

Lo que Daniel no sabía durante su viaje era que su deportación se había convertido en un punto álgido de una disputa diplomática. El gobierno de Petro había decidido no permitir el aterrizaje de los vuelos de deportación tras las duras condiciones denunciadas por los migrantes, y la respuesta de Trump fue contundente: amenazó con aranceles a Colombia por la decisión de no permitir el aterrizaje.

Para Daniel, todo este proceso fue una sensación de ser utilizado tanto por el gobierno de EE.UU. como por el de Colombia. Aunque aplaude que Petro haya alzado la voz por el trato indigno que recibieron los deportados, critica que la administración colombiana no haya intervenido antes, cuando las deportaciones ya eran una práctica común bajo el mandato de Trump.

Reflexiones finales

Daniel Oquendo, al llegar a Bogotá, aún no sabe qué depara su futuro. “Mis planes de vida se han visto trastocados. Asumir el golpe económico y emocional me va a tomar tiempo”, asegura.

En cuanto a las declaraciones del presidente Trump, quien ha calificado a los deportados como “asesinos, capos de la droga, violadores”, Daniel responde: “Sabemos que cometimos una falla por la forma como entramos, pero no estábamos traficando, ni robando a nadie. Si fuéramos narcotraficantes, no estaríamos en Colombia, sino esperando un juicio en EE.UU.”.

Aunque aún no tiene claro qué rumbo tomará, lo único que sabe es que la experiencia de deportación ha dejado una marca en su vida y, como muchos migrantes, su sueño de un futuro mejor en el extranjero se ha visto truncado por la realidad de las políticas migratorias actuales.